viernes, 27 de julio de 2012

Azabel


Ésta podría ser la portada de una futura publicación dedicada a las aventuras de Azabel. Aquí lo vemos volviendo de su última misión terrenal mientras cavila sobre lo divino y lo humano. Azabel es un angelote caído venido a menos. Su falta no tuvo perdón. Cuando él, y otros de sus colegas, fueron expulsados sin contemplaciones de “Los Cielos S.A.” su vida quedó marcada, fue un momento crucial que fijó un antes y un después. Copular en grupo con las hijas de los miembros del consejo de administración no fue una sabia decisión, pero quién se podría resistir a la lujuriosa tentación. Eran unas hembras tan bien alimentadas. Eran tan apetitosos los frutos de la carne que ellas les ofrecían. Era tan apetecible el futuro que les esperaba como padres de querubines celestiales… fue un grave error de calculo pensar que podría subir rápidamente la escalera hacia  “Los Cielos S.A.”, sin pisar un solo escalón, por la vía directa del ascensor de la entrepierna. Entrar en el estrecho círculo familiar celeste solo es posible por designio divino y, en su caso, ni harto de vino le habría pasado por la cabeza al sumo hacedor.  Así que aquí lo vemos destinado a engrosar la larga cola de seres condenados a vagar sin rumbo por los limbos. Sus actuales vecinos de existencia virtual no saben de dónde ha salido semejante individuo, no le entienden cuando él les habla en su dialecto celestial. Lo observan atentamente extrañados. Ellos no se parecen en nada a aquellos miembros de la corte celestial, más bien parecen personajes salidos de una peli de David Lynch, pero al menos aquí las diferencias jerárquicas no son tan evidentes. En éste limbo cada uno va a su rollo y normalmente se vive y se deja vivir. Hay momentos para todo, cada uno tiene sus manías, pero quizás eso hace menos aburrido el día a día. Aunque su antiguo orden y concierto se ha transmutado en algo caótico y carente de cualquier lógica, parece que Azabel se mantiene ocupado yendo y viniendo del limbo al mundo terrenal, sin tiempo para aquel aburrimiento celestial, cumpliendo pequeños encargos de correveidile en los que su intervención será decisiva en el destino de esos seres humanos elegidos por el azar divino desde las alturas. A veces puede ser un trabajo agotador. 

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